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La cirrosis es el resultado de una lesión del hígado, que provoca inflamación y cicatrices graves (fibrogénesis) en dicho órgano. Da lugar, a un funcionamiento deficiente del hígado. Un tejido hepático sano: produce proteínas, limpia la sangre, almacena energía y ayuda a combatir las infecciones y a digerir los alimentos. 

Causas más comunes de la cirrosis

  • Infección de hepatitis (principalmente la C, aunque la B también podría provocarla).
  • Consumo excesivo de alcohol.
  • Acumulación de grasa en el hígado por una disfunción metabólica, (relacionado con el sobrepeso, una presión arterial alta, diabetes, colesterol alto…).
  • Hemocromatosis, (enfermedad hereditaria del metabolismo del hierro).

Prácticas de riesgo

  • El uso de drogas vía intravenosa y las relaciones sexuales sin protección, propician el contagio de hepatitis C y B, lo que puede desembocar en cirrosis y acabar en un cáncer de hígado.
  • Una alimentación desequilibrada con exceso de grasas y proteína animal, fomenta el desarrollo de obesidad y otras enfermedades metabólicas. 

Síntomas

Ésta patología hepática, en su etapa inicial, no suele manifestar síntomas. De ahí la importancia de las pruebas clínicas, para poder detectarla a tiempo.  

Según va avanzando la cirrosis, los signos se hacen más evidentes, pudiendo provocar: anorexia; pérdida de peso y de masa muscular; fatiga; vasos sanguíneos en forma de araña en la piel; facilidad para la aparición de hematomas; acumulación de líquido en las piernas y en el abdomen; coloración amarillenta en la piel, las mucosas o los ojos (ictericia); sangrado anormal, casi siempre debido a venas hinchadas en el tracto digestivo…

Dependiendo de la causa y del cuidado que reciba el paciente, la velocidad a la que avanza la cirrosis, puede variar. El proceso puede ser lento y tomar años, o avanzar rápidamente, especialmente si la causa no se controla.

Si no se trata a tiempo, tiene difícil solución y puede ser mortal, desembocando en cáncer de hígado o, hemorragias internas.

Detección 

Actualmente, existen pruebas de laboratorio muy eficaces, para diagnosticar la cirrosis temprana, con métodos no invasivos. Así, podemos conocer las causas que la provocan y la gravedad, o estadio en que se encuentra dicha enfermedad. 

  • Pruebas de función hepática: Análisis de transaminasas (GOT y GPT), GGT, fosfatasa alcalina, bilirrubina, albúmina y factores de coagulación (protombina), marcadores hematológicos (plaquetas).
  • Pruebas de hemocromatosis: Índice de saturación de hierro y niveles de ferritina. 
  • Marcadores de virus hepáticos: Una prueba rutinaria de las Hepatitis Víricas (principalmente la C y la B), ayudan al diagnóstico precoz de una infección hepática y es un análisis obligado, ante una alteración notable de las transaminasas. 

Existen otros exámenes que detectan el daño hepático, sin embargo, no muestran las causas que lo provocan: ecografía abdominal, resonancia magnética o ultrasonido y elastografía. La biopsia hepática, aunque sí revela la causa de la patología, al ser invasiva, cada vez se utiliza menos.

Conclusión

Un diagnóstico temprano puede ser de vital importancia. Si tenemos sospechas de haber corrido riesgos, o detectamos alguno de los síntomas producidos por la cirrosis, recomendamos realizarse las pruebas de laboratorio para poder pronosticar la causa, controlar las posibles complicaciones e iniciar el tratamiento que le indiquen los profesionales.

 

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